La industria espera un «boom» energético con la nueva técnica de extraer gas, que los ecologistas rechazan por «contaminante»
El fracking o fracturación hidráulica consiste en la inyección de agua a alta presión en rocas situadas a más de 3.000 metros de profundidad que provoca en ellas pequeñas fracturas y libera el gas que permanece allí encerrado desde tiempo inmemorial.
La industria tiene indicios de la existencia de yacimientos de gas pizarra en España, sobre todo en la cuenca vasco-cantábrica, aunque también en otras zonas como la cuenca del Guadalquivir, la Cordillera Subbética y zonas de Cataluña en las comarcas de Osona y la Segrarra. Desde hace un par de años, comenzaron a solicitarse permisos para explorar esas áreas en busca del nuevo maná energético. En la actualidad, ya hay decenas de permisos concedidos y otras tantas solicitudes, pero de momento no se ha llegado a perforar el suelo para realizar las catas, ya que cada una debe contar antes con su correspondiente declaración de impacto ambiental positiva.
Las organizaciones medioambientales están en desacuerdo por los efectos contaminantes que atribuyen al fracking, sobre todo en los acuíferos; por la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, y por la necesidad de «millones y millones de litros de agua», entre otros motivos.
Posibles fugas. Los ecologistas temen que puedan producirse fugas de los productos supuestamente contaminantes. La industria, en cambio, esgrime el efectivo aislamiento de la perforación, con una triple tubería de acero recubierta por capas de hormigón.
Emisiones a la atmósfera. Para la industria, uno de los puntos favorables del gas pizarra es que se reducen las emisiones a la atmósfera de efecto invernadero con respecto al carbón. Según Greenpeace, hay estudios que elevan al 4% las emisiones por gas metano, lo que anula a su juicio ese argumento.
Gran consumo de agua. Los críticos con el fracking alertan de la gran cantidad de agua empleada. Sus defensores alegan que se usan de 10.000 a 30.000 metros cúbicos, menos que la necesaria para regar dos hectáreas de maíz. Además, explican, solo se utiliza una única vez.
Movimientos sísmicos. Los movimientos ecologistas denuncian que el fracking desata pequeños terremotos, pero la industria asegura que hasta ahora solo se ha demostrado relación con un «microseísmo» de 3 grados en la escala Richter, algo «imperceptible», en un caso en Inglaterra.
Acuíferos. Una de las críticas más frecuentes es que el fracking contamina los acuíferos por los aditivos tóxicos y cancerígenos que se emplean. Las empresas sostienen que son productos aceptados normalmente, como bactericidas o dispersantes, que no entrañan peligro.
Riesgo de explosión. Se ha advertido de que, si fallase la seguridad y hubiese un reventón en la plataforma, se producirían graves daños personales y ambientales. La industria garantiza que se están empleando las más avanzadas tecnologías y se emplean las mayores medidas de prevención.